Nueva Zelanda quiere cobrar por los eructos producidos por las vacas y ovejas para reducir el cambio climático. La medida busca controlar las altas tasas de metano que se emiten a la atmósfera, producidas por las flatulencias de estos animales.
La primera ministra del país, Jacinta Ardern, ha sido la encargada de presentar el controvertido plan sobre eructos de vaca contra las emisiones en el país. Esta medida, además quiere controlar el volumen de ganado que se registra en el territorio. Solo Nueva Zelanda tiene 26 millones de ovejas y 10 millones de vacas para 5 millones de habitantes.
Desde el Gobierno Neozelandés se afirma que la recaudación obtenida, se destinará al sector y se premiará a aquellos ganaderos que promuevan medidas para reducir el cambio climático. El país busca reducir hasta un 46% sus tasas de metano para 2050.
Todavía se desconoce la cuantía del impuesto. Así como, cómo se medirán las emisiones producidas. Lo que sí tiene claro el gobierno neozelandés es el año de la puesta en marcha de la misma. Y será en el año 2025.
El sector ganadero y el gobierno enfrentados por los eructos de vaca
El malestar y descontento de los ganaderos de la región no se ha hecho esperar. Si bien, la medida es pionera en el mundo los resultados que se prevén no son alentadores. Desde la federación de ganaderos neozelandeses, se estima que vayan desapareciendo granjas dedicadas a la producción de leche, quesos y carne. Las cuáles abastecen a gran parte del país.
De igual forma, los ganaderos no ven con buenos ojos esta normativa e indican que existen otras formas de contribuir al cambio climático. Aseguran una grave afectación sobre sus producciones si finalmente se aplica esta norma en las granjas. Por ejemplo, el encarecimiento de los costes de producción.
¿Estaríamos ante un proyecto pionero o un fracaso medioambiental?
Según datos de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) los rumiantes dejan en el medioambiente 100 millones de toneladas de metano: equivalente a 2.500 millones de toneladas de CO2. Lo que supone un 10% del calentamiento global.
La realidad es que no se puede evitar que un animal se alimente. Constantemente se encuentran comiendo hierba en los lugares donde se encuentran. Científicos proponen nuevas formas de mitigar los efectos que deja la ganadería en Nueva Zelanda como por ejemplo inhibidores de metano o nuevas formas de alimentación. Hasta incluso, vacunas.
Anaïs Batanero